martes, 21 de diciembre de 2010

La mujer que no conocía el miedo




Por primera vez científicos han logrado demostrar cómo una región del cerebro, llamada amígdala, es fundamental para provocar el miedo en el ser humano.

Los investigadores de la Universidad de Iowa, Estados Unidos, describen el caso de una mujer cuya amígdala -una estructura parecida a una almendra en el cerebro- quedó destruida por causa de una enfermedad.

Los científicos observaron como la paciente -sólo identificada como SM- era incapaz de responder a estímulos de miedo ante víboras, arañas, películas de terror e incluso situaciones en las que su vida había estado en peligro.

Esto confirma, dicen los expertos en la publicación Current Biology, que la amígdala es esencial para provocar un estado de temor en el ser humano.


El avance, agregan, podría conducir a mejores tratamientos para el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y otros trastornos de ansiedad.

Proceso de emociones

Desde hace unos 50 años los estudios han demostrado que la amígdala -ubicada en la profundidad del lóbulo temporal- es la encargada del procesamiento de las reacciones emocionales, incluido el miedo.

Pero hasta ahora esos estudios sólo habían sido llevados a cabo con animales, desde ratas hasta monos.

Ahora, por primera vez, se logró confirmar en un ser humano.

"La naturaleza del miedo está basada en la supervivencia y la amígdala nos ayuda a mantenernos vivos al evitar situaciones, personas u objetos que puedan poner nuestra vida en peligro", explica el doctor Justin Feinstein, quien dirigió el estudio.

"Debido a que SM no tiene la amígdala, también carece de la capacidad para detectar y evitar el peligro en el mundo. Es realmente extraordinario que todavía esté viva", agrega el científico.

Los investigadores llevaron a cabo estudios durante varios años con la paciente. Confirmaron que era incapaz de reconocer el temor en expresiones faciales, pero hasta antes de este trabajo no se sabía si era capaz de experimentar por sí misma esta emoción.

Respuestas

Para comprobarlo, el doctor Feinstein y su equipo observaron y registraron las respuestas de la mujer al exponerla a víboras y arañas (dos de los animales más comúnmente temidos). También la evaluaron mirando películas de terror y durante una visita a una "casa embrujada".

Se midió cómo la paciente experimentaba el miedo con una serie de cuestionarios estándar que analizan diversos aspectos del temor y que van desde el miedo a la muerte hasta el temor a hablar en público.

Además, durante un período de tres meses se sometió a SM a un "diario de emociones" computarizado, en el cual debía calificar al azar su nivel de miedo en distintos momentos del día.

En todos los escenarios -dicen los autores- la paciente no logró experimentar temor.

"Y al hablar de sus experiencias pasadas, describió cómo había enfrentado numerosos eventos traumáticos que habían amenazado su misma existencia y, sin embargo, tal como informó, no le habían provocado miedo", agregan los expertos.

Según el doctor Feinsten, estos resultados sugieren que la amígdala humana es un área fundamental del cerebro para provocar un estado de miedo.

"Aunque la paciente es capaz de experimentar otras emociones, como felicidad y tristeza, es incapaz de sentir temor".

"Esto sugiere que el cerebro está organizado de tal forma que una región específica -la amígdala- se especializa en el procesamiento de una emoción específica: el miedo".

Apagar la amígdala

Los científicos creen que este hallazgo podría conducir a nuevos tratamientos o mecanismos que logren "apagar" la amígdala de forma segura y no invasiva para pacientes que sufren trastornos como el de estrés postraumático.

Estas terapias podrían ayudar, por ejemplo, a veteranos de guerra que sufren de TEPT y cuyas vidas se ven controladas por un miedo constantemente presente en su vida.

A diferencia de estos individuos, afirma el doctor Feinstein, la paciente de este estudio "es inmune a esos estados de miedo y no muestra síntomas de estrés postraumático".

"Es imposible que los horrores de la vida penetren en su núcleo emocional. En esencia, los eventos traumáticos no dejan una huella emocional en su cerebro".

El científico agrega que "con el entendimiento de la forma como el cerebro procesa el miedo en casos como el de SM, algún día quizás podremos crear tratamientos dirigidos de forma selectiva a las áreas del cerebro que permiten que el miedo gobierne nuestras vidas".

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